¿En alguna ocasión, te has sentido terreno abonado para las emociones negativas de ciertas personas? ¿Has interaccionado con alguien que te ha dejado agotado e inseguro? ¿Has tenido la sensación de que no eres tú quien conduce tu vida? Si ha sido así, es probable que hayas tenido contacto con una persona tóxica.
Definir, para poder identificar los comportamientos propios de una persona tóxica, constituye la principal tarea para neutralizar sus efectos, pero antes de hacerlo es necesario realizar una precisión:
Es frecuente hablar de rasgos y comportamientos tóxicos como sinónimos, sin embargo: los rasgos resultan ser innatos, tal sería el caso del grado de apertura a nuevas experiencias, la responsabilidad, la extroversión, la amabilidad o el neuroticismo o inestabilidad emocional, mientras que los comportamientos son acciones sobre las que tenemos un cierto control, como, por ejemplo, mentir.
Dicho lo cual, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de rasgos y comportamientos tóxicos? Se trata de hábitos y/o acciones, sostenidas en el tiempo, que dañan a otras personas, haciéndolas cuestionarse su "exceso de reacción", su "hipersensibilidad", su "tendencia a malinterpretar"… Se establece pues un tipo de vínculo con esa persona que provoca sufrimiento y un deterioro silencioso, pese a lo cual, la persona que lo sufre se siente aferrada.
El hecho de que dichos comportamientos puedan presentarse de modo sutil, que en algunas personas se dé una predisposición a ver “la cara amable de la luna”, en el marco de las relaciones interpersonales, y que dichas actitudes tengan la capacidad de mutar con la experiencia, hace que no resulte sencillo detectarlos.
Y es que cuando el deterioro emocional es muy lento, tiende a pasar inadvertido para quien lo sufre, lo que explica, en parte, la falta de reacción, el conformismo y la adaptación, consciente o inconsciente, a dicha persona o vínculo. Es lo que se conoce como el “síndrome de la rana hervida”, que podríamos resumir en que mientras las personas seguras de sí mismas, con pensamiento crítico y decididas, saltarían en el momento adecuado, las que no lo son tanto, permanecerán “en la olla” hasta consumirse.
Llegados a este punto, pasemos a enumerar algunos indicadores de lo que supone un rasgo o comportamiento tóxico:
1. La persona tóxica transita por todo un arco iris de emociones, haciendo imposible predecir con qué versión de ella nos encontraremos en la siguiente secuencia. Preguntar qué motiva su irritabilidad, tristeza o frialdad, con frecuencia, no arranca más que un “nada, no me pasa nada”.
En otras ocasiones, es la frialdad de un gesto o la profundidad de un suspiro, lo que nos alerta de que algo no va bien, que algo pasa, de hecho o por su cabeza. Es entonces cuando surgen las racionalizaciones o justificaciones por tales aptitudes y la asunción de culpas con el propósito de “que se sientan bien”, de “que sean felices”.
Las personas tóxicas conocen bien esas reacciones ante sus comportamientos y no están dispuestas a modificarlos porque con ellos logran su propósito. Eres tú quien debe de reaccionar, saliendo de ese bucle que consumirá tus fuerzas y debilitará tu equilibrio emocional, lo que sucederá casi sin darte cuenta de ello.
“Entender los sentimientos de los demás no es hacerte responsable de ellos”.
2. Las personas tóxicas son negativas, todo les disgusta y la queja es un recurrente recurso en sus interacciones. Dicha actitud, condiciona las sensaciones que experimentan los demás, hasta el punto de propiciar que eviten la experiencia misma.
“La obra de teatro, resultará aburrida antes, incluso, de llegar”.
3. En el contacto con dichas personas, es frecuente sentir la sensación de que se les debe algo. Es una sensación generada por expresiones del tipo “pensé que apreciarías lo que hago por ti”.
“Si sientes que tiras del carro solo es probable que estés en lo cierto”.
4. La manipulación es otra de las acciones que definen a las personas tóxicas, las cuales influencian la conducta y los sentimientos de otras personas distorsionando u orientando sus percepciones, a través de estrategias psicológicas entre las que podemos reconocer a la seducción, sugestión, persuasión y la disuasión, comportamiento que tiene por finalidad lograr un beneficio u objetivo propio.
Al egocentrismo, la falta de empatía, la irresponsabilidad y la falta de escrúpulos, consustancial a tales comportamientos, hay que añadir una especial habilidad para detectar el flanco débil de sus “víctimas”. Poner límites y mostrar firmeza, al tiempo que aprendes a respetarte y trabajar tus emociones, te permitirá dejar clara tu postura y, llegado el momento, “decir no sin sentirte culpable”.
5. La proyección de sentimientos y pensamientos sobre los demás es otro de los indicadores de un comportamiento tóxico. El enojado acusa al otro de estarlo, y lo hace con toda una retahíla de argumentos que aseguran una victoria por agotamiento emocional de su interlocutor o para evitar una escalada en la discusión.
La necesidad de justificar constantemente nuestras acciones puede ser causa de una falta de autoconfianza y/o ser consecuencia de una manipulación emocional que medrará nuestra autoestima. Evitar el mecanismo de autoinculpación, dominar los tiempos de respuesta y colocar un espejo frente a la persona tóxica, mediante la formulación de preguntas como “¿Consideras que merezco esta actitud? ¿Crees correcto lo que haces?” le hará tomar conciencia de sus actos, al tiempo que dejará patente nuestra autodeterminación para evitar la manipulación.
Ten presente que “no se trata de ti, no hagas tuyos sus estados de ánimo”.
6. Las personas tóxicas, suelen someter a los demás al dilema de estar con ellos o contra ellos, pues no consideran la posibilidad de un término medio. Las decisiones nunca serán tomadas desde un punto de vista racional. Se impondrán las emociones, las suyas, claro. Ello constituye un control externo que, cuando se da en una relación de pareja, imposibilita que esta resulte satisfactoria, al impedir una toma de decisiones libre y consensuada que reporte bienestar emocional mutuo. En estos casos, ceder no es la solución, pues “nunca será suficiente”.
7. Y llegamos a la mentira, a la tergiversación de los hechos que la persona tóxica constituirá en baluarte frente a la responsabilidad, pieza angular de la madurez. La mentira puede ser consciente o deliberada, pero también inconsciente o inintencional, lo que supone una suerte de autoengaño producto de un bajo nivel de conciencia, de un proceso de razonamiento incorrecto que distorsiona un suceso dado. Hablamos de la racionalización o la justificación como manera de proceder que constituye una distorsión de la realidad misma y, en consecuencia, del sujeto, que adopta una doble vida, una doble moral, una doble personalidad con un único fin: atender sus intereses y necesidades particulares. Es una suerte de narcisismo arraigado en la personalidad del sujeto que acarrea una distorsión de la imagen que tiene de sí mismo y que encubrirá proyectando en el otro sus propios defectos y debilidades.
Vivir entre mentiras es como intentar escapar de tierras movedizas, cuanto más luchas por salir de ellas más te hundes.
“Pisa firme sobre tierra firme”.
8. Todos nos equivocamos, ya que es parte de nuestro aprendizaje, pero las personas tóxicas se asegurarán de que lo sepas. Se trata de críticas destructivas por no dar pistas al otro para mejorar, pues no hay intención de ello. Los suyos, son juicios impíos que sentencian al otro al ostracismo, la incomunicación, el aislamiento y sometimiento, terreno en el que se hacen fuertes, acentuando su sensación de dominio. Lo hiperbólico de su crítica tiene el propósito de encubrir sus propias equivocaciones, sus "inaceptables debilidades"; es de una intensidad directamente proporcional a su falta de autocrítica y tiene por consecuencia una pérdida de humildad y propósito de mejora. Juzgan a los demás desde un elevado autoconcepto y se encaminan por el despiadado sendero de la perfección, un espacio lleno de desilusiones que dejarán plagado de víctimas.
En suma, nos encontramos ante una suerte de indigencia emocional que exige decisiones de tu parte. Algunos de los indicadores que señalan a una persona tóxica ya los conoces, pero es probable que sigas sin saber cómo gestionar las emociones que desencadenan en ti. Enfrentar estas personas ante cualquier inconsistencia a la hora de reconocer la realidad y establecer limites en la tolerancia de sus reacciones, y en el tiempo en que te expones al influjo de su negatividad, son algunas opciones para conseguirlo, pero, si no funcionan, contempla la de SACARLAS DE TU VIDA y, llegado el caso, busca la ayuda de un profesional de la salud mental.
“El veneno está en la dosis”.
Paracelso
Belén Llano Beltrán